El emocionante derbi disputado entre el Real Madrid y el Atlético de Madrid ayer se convirtió en una auténtica fiesta futbolística que ofreció un espectáculo completo para los aficionados. El equipo blanco logró imponerse en este encuentro vibrante gracias a varios factores determinantes: su profundo banquillo, la calidad general de sus jugadores y las vulnerabilidades defensivas evidentes en la escuadra colchonera. Este último aspecto se destacó aún más al observar los 10 goles encajados por el Atlético en los tres primeros partidos de 2024, una cifra que refleja la preocupante fragilidad defensiva de un equipo que hace una década era considerado casi inexpugnable.
La primera mitad del partido estuvo marcada por un tono festivo, con escasas faltas, poca presión al rival y ataques que superaban claramente a las defensas. Sin embargo, jugadores clave del Real Madrid como Vinicius, Bellingham y Rodrygo no estaban particularmente inspirados para enfrentarse a la estrategia de tres centrales implementada por Simeone. A pesar de esto, el Madrid se mantuvo en el juego gracias al acierto de Carvajal, al incansable despliegue de Valverde y a la entrada táctica de Kroos, que sustituyó a un discreto Modric.
El Atlético logró recuperar la ventaja aprovechando un error de Kepa, pero Ancelotti respondió con la entrada de Brahim, un jugador que demostró merecer más minutos en el campo. La combinación de la energía de Brahim y la serenidad de Kroos, a pesar de los pitos del público saudí, permitió al Real Madrid igualar el marcador. En la prórroga, el Atlético mostró signos de fatiga, con jugadores luchando por mantenerse en pie. La resistencia estéril de los dirigidos por Simeone contrastó con la exuberancia física del Madrid, que finalmente aseguró su lugar en la final tras ganar uno de los derbis más emocionantes de los últimos años.